En inglés no hay lugar a dudas: la clave que introducimos para acreditar nuestra identidad en una web la denominamos password (palabra de paso), pero en castellano lo llamamos habitualmente contraseña. Sin embargo, el prefijo «contra» no tiene sentido si no existe algo que contraponerle: decir-contradecir, golpe-contragolpe, orden-contraorden, indicación-contraindicación…
La contraseña debería ser la contraposición a la seña ¿O no? Para contestar a esta pregunta debemos conocer un poco más sobre el origen de la palabra, y su interesante uso en la estrategia militar, que se ha conservado prácticamente inmutable durante siglos.
En el Diccionario, la expresión «santo y seña» está recogida como: «Nombre de santo que, con la seña, servía para reconocer fuerzas como amigas o enemigas», y también como sinónimo de «contraseña». Cuando el santo y seña cayó en desuso en el mundo militar, la necesidad de reconocernos unos a otros mediante máquinas terminó incorporando esa forma de identificación a nuestras vidas. Pero el paralelismo entre su uso ancestral y el actual es mucho más profundo de lo que parece, porque en el siglo XVIII ya le temían a esa forma de fraude que, salvando las distancias, hoy día conocemos como phishing… y ellos encontraron la manera de evitarla.